En lugar de repetir nuevamente la trama de Freaky Friday (Disney ya adoptó ese enfoque en 2018), Freakier Friday surge como una astuta continuación de la querida versión de 2003 protagonizada por Lindsay Lohan y Jamie Lee Curtis. La película capta brillantemente ese encanto nostálgico de principios de los 2000, mientras inyecta suficiente frescura contemporánea para sentirse relevante en 2025. Este equilibrio podría haber fracasado fácilmente, pero los cineastas amplifican inteligentemente el caos al introducir hijas adicionales—y, en consecuencia, multiplicando exponencialmente las dinámicas relacionales.
Ambientada aproximadamente dos décadas después del original, Freakier Friday encuentra a Anna (Lohan) y Tess (Curtis) ya maduradas tras su experiencia transformadora. Anna ha pasado de ser una aspirante a música a convertirse en una exitosa representante, criando a su rebelde hija adolescente Harper (Julia Butters). Sus choques resultan auténticos pero nunca alcanzan los niveles volcánicos de la relación previa entre Tess y Anna—hasta que Anna comienza a salir con el encantador chef británico Eric (Manny Jancito), quien resulta ser el padre de Lily (Sophia Hammons), rival de Harper en la escuela.
El caos central se desarrolla de manera similar pero diferente—en lugar de que Anna y Tess intercambien cuerpos en una boda, las cuatro mujeres despiertan revueltas tras consultar a una enigmática vidente durante la fiesta de despedida de soltera de Anna. Ahora, Harper habita el cuerpo de Anna, mientras Tess queda atrapada en el de Lily.
Admitámoslo, la película tarda en llegar a las partes jugosas. El denso primer acto establece con dificultad el flechazo entre Anna y Eric, junto con la hostilidad entre Harper y Lily. Incluso después del intercambio, la narrativa tropieza brevemente mientras los personajes se embarcan en misiones secundarias inconexas. Pero una vez que las piezas encajan, Freakier Friday se convierte en pura diversión caótica.
Algunos chistes intentan demasiado alcanzar la relevancia Gen Z, pero la mayoría aciertan—ya sea burlándose de juegos de mesa vintage o de la obsesión contemporánea por el pickleball. También hay ingeniosas referencias, incluyendo un cameo sorpresa de Chad Michael Murray repitiendo su papel como el antiguo amor escolar de Anna.
Las veteranas protagonistas roban el espectáculo. Curtis ofrece una clase magistral de comedia física como Lily, obsesionada con su imagen, atrapada en el cuerpo maduro de Tess—mírenla produciendo en exceso la foto de pasaporte de Tess con rellenos de labios y luces anulares. Mientras, Lohan transmite sutilmente la comprensión gradual de Harper sobre los sacrificios maternos a través de expresiones delicadamente contenidas. Sus escenas juntas brillan con química natural.
Hammons y Butters, aunque inicialmente flaquean en lentas escenas de detención escolar, encuentran su ritmo en secuencias familiares hilarantes. Esta irregularidad refleja en parte la trama—ya que Tess y Anna han resuelto sus conflictos, el peso emocional se traslada a sanar la dinámica fracturada entre Harper y Lily.
En última instancia, Freakier Friday triunfa como una exploración multigeneracional de relaciones femeninas. Aunque no puede examinar cada ángulo, la película sabiamente se centra en la evolución de las perspectivas de Harper hacia su madre y su rival. El crecimiento de los personajes se desarrolla de manera orgánica bajo el slapstick, haciendo que los momentos emotivos finales resulten auténticos y no forzados.
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